Los grupos de hinchas de los dos clubes se enfrentan en las tribunas y obligan a que los aficionados invadan la cancha para resguardarse
El horror de la violencia en México también se ha mudado al fútbol. Este sábado, en lo que parecía un rutinario partido de la liga mexicana se desató una monumental batalla en las tribunas que ha dejado imágenes para el olvido: golpes, golpes y más golpes, con armas blancas, sillas, puñetazos… Cuesta encontrar en la hemeroteca reciente secuencias de violencia extrema como la que mostraron los supuestos hinchas del Querétaro y el Atlas. En torno a las 10 de la noche, el primer reporte oficial apuntaba a un saldo de 22 heridos, 9 de ellos trasladados al hospital, 2 de los cuales estaban graves. De lo que no hay duda es que se trata de un suceso que trasciende un partido de fútbol, fiel reflejo tanto de la violencia que carcome México como de la inoperancia de las autoridades, bien sea de la policía, ausente en el estadio Corregidora como de la propia Liga, que decidió continuar con el resto de la jornada como si lo que se vio en Querétaro no fuese suficiente como para paralizar todo el país.
Se habían jugado poco más de 60 minutos del partido entre el Querétaro y el Atlas cuando las agresiones entre los hinchas empezaban a robar la atención de lo que ocurría en el campo y la transmisión por televisión. De pronto, centenares de aficionados bajaron a la desesperada al césped para resguardarse de las peleas que se producían en las gradas y que luego se extendieron por el terreno de juego y los aledaños del estadio. Los jugadores de ambos equipos buscaron refugio en los vestuarios. Qué suscitó el inicio de la batalla campal no está claro, y se desconocen episodios de violencia entre los aficionados de ambos clubes hasta hoy. La violencia llevó a que los aficionados se refugiaran en el césped, pero ahí también llegaron las patadas y golpes, a hombres y mujeres.
La televisión mostraba cómo las familias cruzaban el campo para buscar refugio. La seguridad del estadio, deficiente y desbordada, no podía más que guiar a los aficionados hacia los túneles de salida. En las imágenes de la televisión no se ven policías. El guardameta del Querétaro, Washington Aguerre, pedía a sus hinchas que se tranquilizaran, aunque nadie hacía eco. En el otro lado del campo, un aficionado cubierto de sangre imploraba para que le dejaran de dar de puñetazos. En el centro del campo, un aficionado rojiblanco protegía a su pareja de las patadas de un grupo de hombres desaforados. En el exterior del estadio las golpizas seguían. Grupos de aficionados del Querétaro, equipo local, desnudaron a sus rivales y les surtían todo tipo de golpes. Pese a ya estar noqueados y empapados de sangre en el pavimento, seguían recibiendo palizas. El terror total y nunca antes visto en un partido de fútbol en México.
Las declaraciones de condena no se hicieron esperar, pero de poco parecían servir a esas alturas. “Inadmisible y lamentable la violencia en el estadio La Corregidora. Se castigará ejemplarmente a los responsables por la ausencia de seguridad en el estadio”, condenó Mikel Arriola, el presidente de la Liga MX. Pese al mensaje que se llenó de likes, la jornada del fútbol mexicano continuó como si no hubiese pasado nada. Tal era la desconexión de la Liga y los clubes con lo que estaba pasando que hasta el propio club local envió un tuit en el que decía: “Lamentablemente el partido de hoy no pudo concluir, sin embargo en las tribunas ganamos”. El gobernador del Estado, Mauricio Kuri, apuntó directamente contra el club: “La empresa propietaria de Gallos e instituciones deberán responder por los hechos”.
Entre Querétaro y Atlas no hay rivalidad de por medio, sin embargo, los Gallos ya habían protagonizado un episodio de violencia en octubre de 2019 cuando sus aficionados comenzaron una batalla en las gradas contra los hinchas del Atlético de San Luis, la franquicia del Atlético de Madrid en México. Esa vez solo hubo una amenaza de veto del campo por parte de los altos mandos del fútbol mexicano y volvieron a la normalidad. En 2015, los radicales del Atlas invadieron el campo en un partido contra las Chivas, su máximo rival, con apenas 54 minutos de juego. La barra del conjunto rojinegro bajó al campo a increpar a sus futbolistas que perdían 4-1, los policías también perdieron el control los primeros minutos, pero lograron proteger a los futbolistas y cerrar las entradas a la cancha. Esa vez solo se contabilizó a una decena de heridos y ningún muerto. La Federación Mexicana de Fútbol multó al club con dos partidos sin seguidores en sus tribunas.